Queridos diocesanos:
Hace quince años, la comunidad internacional
se comprometió firmemente a que en el año 2015 hubiese más personas que pudieran
vivir de acuerdo a su dignidad. Era lo
que se llamó la “Declaración del Milenio” que ha logrado significativamente reducir el hambre, mejorar
del acceso a la salud, a la educación, al trabajo y a la participación
política. Sin embargo, los objetivos no se han logrado del todo. Si en nuestro
mundo desarrollado la pobreza está haciendo estragos, en los países del Tercer
Mundo donde trabaja Manos Unidas, la situación es infinitamente más grave. En
los últimos años ha crecido el número de personas que viven con menos de dos dólares al día, y, todavía hoy, en
pleno siglo XXI, hay una enorme falta de trabajo digno, muchas personas se ven
obligadas a refugiarse en otros países por causa de la guerra expuestas al tráfico
de personas.
Enraizado en el octavo Objetivo de Desarrollo
del Milenio, “Fomentar una asociación Mundial para el desarrollo”, Manos
Unidas sitúa
su trabajo bajo el lema: “Un mundo
nuevo, proyecto común”. Cinco palabras definen la acción de los hombres, y
sobre todo, de las mujeres de Manos Unidas:
La ESPERANZA es el motor de su
actividad. Su experiencia cristiana les ayuda a mirar hacia su interior y hacia
el exterior. Y no pueden menos de constatar que sus fuerzas son escasas para
tanto como hay que cambiar, pero saben que Dios acude en ayuda de su debilidad
y por eso trabajan esperanzadas.
En el MUNDO, no en la
estratosfera, con los pies y la cabeza en la tierra. Pues saben bien que, aunque se dedican a los
que más lo necesitan, no olvidan que cada hombre y mujer se ven afectados por su
trabajo. Nuestra labor, buscando a los últimos, incluye a todos.
Para construir un mundo un NUEVO
dando
valor verdadero a lo bueno y erradicando las lacras que ya hay en él. Quieren
edificar una civilización que permita reconocer a los oros como hermanos, en
quienes se puede confiar. Una civilización en la que, estar de corazón los unos
en los otros, sea una realidad. Una civilización
edificada en el amor permitirá
que nuestro mundo globalizado camine hacia la
paz, la justicia y el amor.
Se trata de una tarea que afecta a todos, de
forma particular y colectiva. La suya no es una tarea de cada uno aisladamente,
sino un proyecto COMÚN, en el que a cada uno le corresponde su
propio trabajo, unido al de los demás.
Falta una palabra hace posible las anteriores... la FRATERNIDAD : La fe
cristiana les ayuda a descubrir que reconocer al otro como hermano exige un
cambio del propio corazón, un cambio en el que tenemos que trabajar cada uno, y
que solo es posible cuando éste se recibe como regalo, cuando se experimenta
como don. Para esto se necesita un ‘corazón nuevo’ que sólo Dios puede crear en
nosotros y así nos hace hermanos.
Manos Unidas realiza su tarea en la Iglesia , pidiendo a Dios
que les ayude en este cambio, y también a los responsables de las grandes
decisiones de este mundo. Pedimos ser don para los otros. En este año
trabajarán intensamente para dar a conocer a la sociedad española esos
destellos que ya suceden en los países del Sur, y que permiten vislumbrar que
un mundo nuevo es posible.
La delegación diocesana de Manos Unidas,
juntamente con la comarcal de Villalba, financió varios proyectos: en Zambia se
renovó un hospital rural; en Palestina se construyó un centro de rehabilitación
de niños con problemas psíquicos; en Lesotho (África austral) se financió un
centro de maternidad prenatal. Reciba, pues, de mi parte, en nombre de toda la
diócesis, unas palabras de aliento y gratitud bien merecidas.
Con mi afecto y
bendición,
† Manuel
Sánchez Monge, obispo de Mondoñedo-Ferrol
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