El Papa señala el trato personal con Cristo y la coherencia de vida como claves del apostolado
Si en nuestro corazón no existe el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, enardecer el corazón de los demás?». Así se lo preguntó el Papa a los más de 1.600 catequistas que participaron en el Congreso Internacional sobre la Catequesis que se celebró en Roma. En él, el Santo Padre se dirigió a los catequistas en un discurso, el sábado, y en la homilía del domingo, para recordarles un mismo mensaje, que vale no sólo para los responsables de la catequesis, sino para cualquier cristiano que quiera ser un apóstol fecundo: lo central es «tener familiaridad con Jesús». Éstas son las 10 claves de sus mensajes:
1. Ser, no hacer de: En su discurso del sábado, el Papa recordó que «la catequesis es una columna para la educación de la fe, y ¡se necesitan buenos catequistas!» Aunque ellos, como todo evangelizador, tienen que «ser catequistas; no trabajar de catequistas ¡eso no sirve! ¡No serás fecundo!».
2. Primero, el testimonio: «Ser catequista [o evangelizador] significa dar testimonio de la fe; ser coherente con la propia vida. Y esto no es fácil. ¡No es fácil! Nosotros ayudamos, guiamos hacia el encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Me gusta recordar aquello que san Francisco de Asís decía a sus frailes: Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con palabras. Pero antes, el testimonio: que la gente vea en vuestra vida el Evangelio, que pueda leer el Evangelio».
3. Partir de Cristo: «Ser catequista [o apóstol] requiere amor, amor a Cristo cada vez más fuerte, amor a su pueblo santo. Y este amor no se compra en las tiendas; no se compra ni siquiera aquí en Roma. ¡Este amor viene de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! Y si viene de Cristo, parte de Cristo y nosotros debemos volver a partir desde Cristo, de este amor que nos da. (...) Partir desde Cristo significa tener familiaridad con Él. Tener esta familiaridad con Jesús. (...) Si estamos unidos a Él, podemos dar fruto. (...) La primera cosa, para un discípulo, es estar con el Maestro, escucharlo, aprender de Él. Y esto vale siempre, ¡es un camino que dura toda la vida!».
4. Ante el sagrario: «Cuando vas al Señor, miras el tabernáculo, ¿qué haces? ¿Tú te dejas mirar por el Señor?» Y es que estar ante el sagrario «enardece el corazón, tiene encendido el fuego de la amistad con el Señor, te hace sentir que Él te mira verdaderamente, te es cercano y te quiere. (...) ¿Tengo momentos en los que permanezco en su presencia, en silencio, me dejo mirar por Él? ¿Dejo que su fuego enardezca mi corazón? Si en nuestro corazón no existe el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, enardecer el corazón de los demás?».
5. Al encuentro del otro: «Mientras más te unes a Jesús y Él se vuelve el centro de tu vida, más Él te hace salir de ti mismo, te descentraliza y te abre a los otros. Éste es el verdadero dinamismo de amor, ¡éste es el movimiento de Dios mismo!», pues «donde hay verdadera vida en Cristo, hay apertura hacia el otro, hay salida de sí para ir al encuentro del otro en el nombre de Cristo. Y éste es el trabajo del catequista [del evangelizador]: salir continuamente de sí por amor, para testimoniar a Jesús y hablar de Jesús, predicar a Jesús».
6. Sin miedo: «Partir de Cristo significa no tener miedo de ir con Él a las periferias», significa «no tener miedo de salir de nuestros esquemas para seguir a Dios, porque Dios va siempre más allá. ¿Sabéis una cosa? ¡Dios no tiene miedo! ¡Está siempre más allá de nuestros esquemas!».
7. Ser creativos: «La creatividad es como la columna del ser catequista», pues «Dios es creativo, no es cerrado, y por esto jamás es rígido, ¡Dios no es rígido! Nos acoge, nos viene al encuentro, nos comprende. Para ser fieles, para ser creativos, es necesario saber cambiar. ¿Y por qué debo cambiar? Para adecuarme a las circunstancias en las que debo anunciar el Evangelio».
8. El riesgo de apoltronarse: Durante su homilía del domingo, el Santo Padre alertó a los evangelizadores del «riesgo de apoltronarse, de la comodidad, de la mundanidad en la vida y en el corazón, de concentrarnos en nuestro bienestar», pues «si las cosas, el dinero, lo mundano se convierten en el centro de la vida, nos aferran, se apoderan de nosotros, perdemos nuestra propia identidad».
9. Hacer memoria de Dios: «El catequista [evangelizador] es quien custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás», ya que «para cada uno de nosotros, para todo cristiano, la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma; la fe es memoria de su Palabra que inflama el corazón, de sus obras de salvación con las que nos da la vida, nos purifica, nos cura, nos alimenta».
10. Sin quitar ni añadir: «El catequista [evangelizador] es un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar, transmitir todo lo que Dios ha revelado, es decir, la doctrina de su totalidad, sin quitar ni añadir».
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