lunes, 25 de noviembre de 2013

"Jesús sólo perdona, nunca condena": El Papa Francisco en la clausura del Año de la Fe

 
 
Jesús sólo perdona, nunca condena. En la misa por la clausura del Año de la Fe, el Papa recordó el pasaje bíblico del buen labrón para precisar que Cristo es premuroso y, como rey, es el centro de la creación. Y advirtió que quitarlo de ahí o sustituirlo por otra cosa sólo provoca daños; no sólo para el hombre, sino también para el medio ambiente.

En la celebración, ante decenas de miles de personas congregadas en la Plaza de San Pedro, el Papa fue claro: los cristianos son tales porque Cristo es el rey del universo. Principio y fin. Por eso la coronación del año litúrgico es justamente la festividad de Cristo Rey.
 
Una centralidad que esta vez se manifestó no sólo con las palabras, sino también con los gestos. Con un gesto en particular. Por primera vez en la historia los restos de San Pedro, el apóstol, fueron expuestos al público. La pequeña caja de 30 centímetros que contiene los huesos atribuidos al primer Papa, permaneció abierta junto al altar durante toda la celebración eucarística.
 
Al inicio Jorge Mario Bergoglio la inciensó, y se inclinó ante ella. Tras la lectura del evangelio la sostuvo unos instantes en sus brazos, como signo de respeto y adoración. En el relicario de bronce, que desde 1971 es custodiado en la capilla privada del Palacio Apostólico del Vaticano, se puede leer la siguiente frase en latín: "Ex ossibus quae in Arcibasilicae Vaticanae hypogeo inventa Beati Petri Apostoli esse putantur" (De los huesos encontrados en el hipogeo de la Basílica Vaticana, que son atribuidos al Beato Pedro Apóstol).
 
Ese fue sólo uno de los varios detalles que caracterizaron este Año de la Fe, convocado hace más de 12 meses por el Papa Benedicto XVI, a quien Francisco recordó con "afecto y reconocimiento" por esa "iniciativa providencial".
 
Una iniciativa que permitió al pontífice abrazar a los Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias orientales católicas, que asistieron a la misa. A través de ellos Bergoglio se dirigió a todos los cristianos que viven en Tierra Santa, en Siria y en todo el Oriente, invocando para esos territorios el "don de la paz y la concordia".
 
Según el Papa "además de ser centro de la creación, Cristo es centro del pueblo de Dios, el centro de la historia de la humanidad y de todo hombre"
 
Por eso aseguró que "a él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesú́s es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza, como le sucedió al buen ladrón en el Evangelio de hoy.Mientras todos se dirigen a Jesús con desprecio -'Si tú eres el Cristo, el esías Rey, sálvate a ti mismo bajando de la cruz'- aquel hombre, que se ha equivocado en la vida pero se arrepiente, se agarra a Jesús crucificado implorando: 'Acué́rdate de mí cuando llegues a tu reino'. Y Jesú́s le promete: 'Hoy estará́s conmigo en el paraíso'. Jesús sólo pronuncia la palabra del perdó́n, no la de la condena; y cuando el hombre encuentra el valor de pedir este perdón, el señor no deja de atender una petició́n como esa".
 
"La promesa de Jesús al buen ladró́n nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido. El señ̃or siempre da más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su reino", apuntó.
 
Al final de la misa el Papa Francisco entregó copias de la primera exhortación apostólica de su pontificado, la "Evangelii gaudium" (El gozo del evengalio) a 36 fieles provenientes de 18 países distintos: un obispo, un sacerdote y un diácono, religiosos y religiosos. Además de representantes de cada evento del Año de la Fe: confirmados, un seminarista y una novicia, una familia, catequistas, algunos jóvenes, exponentes de las confraternidades, de los movimientos, dos artistas y dos exponentes del mundo de la comunicación. A un ciego el pontífice le entregó un disco compacto, gracias al cual su documento se podrá escuchar.   
Artículo de Andrés Beltramo para Vatican Insider
 

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