La coronación canónica es uno de los ritos litúrgicos católicos, instituidos en el siglo XVII e
incorporados en el siglo XIX a la liturgia romana, usado para resaltar la
devoción por una advocación mariana y consiste en la imposición
de una corona o coronas al icono o imagen escogida.
El origen de
este rito se sitúa en el siglo XVI, cuando los hermanos capuchinos, como culminación de sus misiones
evangelizadoras, recogían joyas como símbolo de conversión y desprendimiento
que fundían para confeccionar con ellas una corona para la Virgen.
Don Alejandro
Sforza, Conde
Borgonovo (n. 1636), dispuso en su
testamento que buena parte de sus bienes fueran a parar a la Reverenda Fábrica de San Pedro de la
ciudad de Roma para que se promoviera la
coronación de las imágenes de María Santísima más veneradas de todo el
mundo. La primera fue la Madonna de la Febbre del Vaticano, en 1631. Hasta el
siglo XIX las coronaciones fueron fundamentalmente en Italia (en Roma hay más
de 300). La inclusión del rito de la Coronación Canónica en el Pontifical
Romano en 1897, hizo que el rito se extendiera a todo el mundo católico.
Tipos
Según la instancia o autoridad eclesiástica concedente, la coronación
canónica puede ser:
Pontificia: concedida por el pontífice.
Diocesana: concedida por un obispo de
diócesis. Inicialmente el obispo sólo tenía la iniciativa, declarando la
coronación el Capítulo de San Pedro. Juan Pablo II agilizó el trámite otorgando
la competencia al Ordinario de Lugar.
Litúrgica: es aquella que no necesita de permiso alguno, que la realiza cualquier
eclesiástico y puede llegar a ser elevada al rango de Canónica Diocesana.
¿Cuál es el significado de la Coronación Canónica?
La
veneración de las imágenes de Santa María Virgen frecuentemente se manifiesta
adornando su cabeza con una corona real. Según fuentes eclesiásticas, los Romanos Pontífices no sólo
secundaron esta forma de piedad popular, sino que, además, personalmente o por medio de Obispos por ellos delegados, coronaron imágenes de la Virgen Madre de
Dios ya insignes por la veneración pública. Y, al generalizarse esta
costumbre, se fue organizando el rito para la coronación de las imágenes de
Santa María Virgen incorporado a la Liturgia Romana en el siglo XIX.
Con este rito reafirma la Iglesia que "Santa
María Virgen con razón es tenida e invocada como reina, ya que es Madre del
Hijo de Dios, Rey del Universo, colaboradora augusta del Redentor, discípula
perfecta de Cristo y miembro supereminente de la Iglesia" (Sagrada
Congregación para los Sacramentos y el culto divino, Ritual de la coronación de una imagen de Santa María Virgen
[14-II-83]. Prenotandos).
En el siglo XIX se extendió a toda la Iglesia, terminando por incorporarse
al Pontifical Romano, para imágenes de gran devoción. En España, la catalana
Virgen de Montserrat fue la primera en recibir la coronación canónica en 1881.
Esta
ceremonia se rige actualmente por el Ritual promulgado por el Vaticano el 25 de
marzo de 1981, en el que se extiende el privilegio de la concesión a los obispos
diocesanos juntamente con la comunidad local, por lo que las coronaciones
pueden ser pontificias, por decisión expresa del Papa o del Capítulo Vaticano,
y diocesanas.
Es muy frecuente, al menos en nuestras latitudes, que todo acabe con una
procesión triunfal en reconocimiento de la dignidad que la Iglesia ha conferido
a esa efigie mariana.
“La veneración a las imágenes de
santa María Virgen frecuentemente se manifiesta adornando su cabeza con una
corona real”. Esta frase tomada de los prenotandos del Ritual de la coronación de una imagen de santa María Virgen deja a
las claras que es costumbre antigua. Desde el Concilio de Éfeso (431) se inicia
esta costumbre, extendida tanto por Oriente como por Occidente. Al generalizarse
se fue organizando el rito para dicha ceremonia, rito que fue incorporado en el
S. XIX a la liturgia romana.
El fundamento teológico de esta costumbre de considerar
e invocar a la Virgen como Reina se basa
en que María es Madre del Hijo de Dios y Rey mesiánico, Madre del Verbo
encarnado por medio del cual fueron creadas todas las cosas, celestes y
terrestres. Es colaboradora augusta del
Redentor ya que tuvo una participación relevante en la obra salvadora de
Cristo y es la más perfecta discípula de
Cristo ya que dando su asentimiento al plan divino se hizo digna merecedora
de la corona de gloria. Además María es
miembro supereminente de la Iglesia, bendita entre las mujeres, Reina de todos
los santos.
Por todos
esos méritos, no exhaustivamente expuestos, la
costumbre de coronar a la Virgen está más que justificada. Pero si
teológicamente tiene un fundamento claro hay otras razones, quizás de más peso
aunque de tipo sentimental. Coronar una
imagen de la Virgen es una muestra de amor, de cariño, de profundo respeto
con el que los fieles devotos de dicha imagen pretenden expresar su entrega y
agradecimiento a la Reina de los Cielos.
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