Se carece de
documentación fidedigna sobre los detalles de la vida San Ramón. He aquí lo que
hemos podido recoger de la narración de Alban
Butler (sacerdote católico y gran hagiógrafo del siglo XVIII) y también de otras fuentes:
San Ramón nació de
familia noble en Portell, cerca de Barcelona, España en el año 1200. Recibió el
sobrenombre de non natus (no nacido), porque su madre murió en el parto antes de
que el niño viese la luz. Con el permiso de su padre, el santo ingresó en la orden de los Mercedarios,
que acababa de fundarse. San Pedro Nolasco, el fundador, recibió la profesión
de Ramón en Barcelona.
Progresó tan rápidamente en virtud que, dos o tres años
después de profesar, sucedió a San Pedro
Nolasco en el cargo de "redentor
o rescatador de cautivos". Enviado
al norte de África con una suma considerable de dinero, Ramón, rescató en Argel a numerosos esclavos. Cuando se le acabó el
dinero, se ofreció como rehén por la libertad de ciertos prisioneros cuya
situación era desesperada y cuya fe se hallaba en grave peligro. Pero el sacrificio de San Ramón no hizo más que
exasperar a los infieles, quienes le
trataron con terrible crueldad. Sin embargo, el magistrado principal,
temiendo que si el santo moría no se pudiese obtener la suma estipulada por la
libertad de los prisioneros a los que representaba, dio orden de que se le
tratase más humanamente. Con ello, el santo pudo salir a la calle, lo que aprovechó para confortar y alentar a los
cristianos y hasta llegó a convertir y bautizar a algunos mahometanos. Al
saberlo, el gobernador le condenó a
morir empalado, pero quienes
estaban interesados en cobrar la suma del rescate consiguieron que se le conmutase la pena de muerte por la de
flagelación. San Ramón no perdió
por ello el valor, sino que prosiguió la
tarea de auxiliar a cuantos se hallaban en peligro, sin dejar escapar la
menor ocasión de ayudarlos.
San Ramón encaró
dos grandes dificultades. No tenía
ya un solo centavo para rescatar
cautivos y predicar el cristianismo
a los musulmanes equivalía a la pena de muerte. Pero nada lo detuvo ante el
llamado del Señor. Consciente del martirio
inminente, volvió a instruir y exhortar tanto a los cristianos como a los
infieles. El gobernador,
enfurecido ante tal audacia, ordenó que
se azotase al santo en todas las esquinas de la ciudad y que se le perforasen
los labios con un hierro candente. Mandó ponerle en la boca un candado, cuya llave guardaba él mismo y sólo
la daba al carcelero a la hora de las comidas. En esa angustiosa situación
pasó San Ramón ocho meses, hasta que San
Pedro Nolasco pudo finalmente enviar algunos miembros de su orden a
rescatarle. San Ramón hubiese querido quedarse para asistir a los esclavos
en África, sin embargo, obedeció la
orden de su superior y pidió a Dios que aceptase sus lágrimas, ya que no le
había considerado digno de derramar su sangre por las almas de sus prójimos.
A su vuelta a España, en 1239, fue nombrado cardenal por Gregorio IX, pero permaneció tan
indiferente a ese honor que no había buscado, que no cambió ni sus vestidos, ni
su pobre celda del convento de Barcelona, ni su manera de vivir. El Papa le llamó más tarde a Roma. San Ramón obedeció, pero emprendió el
viaje como el religioso más humilde.
Dios dispuso que sólo llegase hasta Cardona, a unos diez kilómetros de
Barcelona, donde le sorprendió una
violenta fiebre que le llevó a la tumba. El santo tenía aproximadamente treinta y seis años cuando murió el 31 de
agosto de 1240. Cardona pronto se transformó en meta de peregrinaciones.
Fue sepultado en la capilla de San Nicolas de Portell.
El Papa Alejandro
VII lo incluyó en el Martirologio Romano en 1657.
San Ramón Nonato es
el patrono de las parturientas y las parteras debido a las circunstancias de su nacimiento.
La comisión nombrada por el Papa Benedicto XIV propuso suprimir del calendario general la fiesta
de San Ramón por la dificultad de encontrar documentos fidedignos sobre su
vida.
Oración:
San Ramón Nonato, te
rogamos por todos los católicos que sufren persecución,
por los niños no
nacidos y
por sus padres. AMÉN.
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